del latin clasico al latin bulgar

Los romanos vivían en situación de diglosia: el latín de los textos literarios o sermo urbanus (el
‘discurso urbano’, es decir, refinado se encontraba estancado por la gramática (como ya lo estaba el sánscrito en la misma época en India). Por lo tanto la lengua de cada día no era el latín clásico sino una forma distinta aunque cercana, en un proceso de desarrollo más libre, el sermo plebeius (‘discurso plebeyo’). Parece ser que el latín clásico no se limitaba a un empleo libresco, sino que lo hablaban las clases sociales elevadas, mientras que el sermo plebeius era la lengua del pueblo llano, los comerciantes y los soldados. Sin posibilidad de acceder a la condición de lengua literaria, el latín vulgar nos es conocido sobre todo por la lingüística histórica, citas y críticas pronunciadas por los hablantes de un latín literario, así como por numerosas inscripciones, registros, cuentas y otros textos corrientes.
Por otra parte, el Satyricon de Petronio, una especie de “novela” escrita probablemente en el primer siglo de nuestra era y que fue pasando por los entornos marginales de la sociedad romana, es un testimonio importante de esta diglosia: los personajes se expresan —según su categoría social— en una lengua más o menos próxima al arquetipo clásico.
Entre los textos que han censurado las formas juzgadas decadentes y erróneas, hay que destacar  el Appéndix Probi una especie de compilación de “errores” frecuentes, recopilados por un tal Probus, que data del siglo III de nuestra era. Son estas formas, y no sus equivalentes en latín clásico, las que se encuentran en el origen de las palabras utilizadas en las lenguas romances.

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